Testimonios de una guerra
En estas imágenes he buscado conjugar el paso del tiempo, lo impactante de las construcciones en su entorno y el horror de lo que en el fondo representa, la guerra, el sufrimiento, la muerte…
Utilizando el blanco y negro con virado a sepia he querido reflejar el paso del tiempo, ya que la mayoría son de la guerra civil española y de la II guerra mundial. El uso de una óptica gran angular en muchas de estas imágenes me ha permitido exagerar su magnitud y ubicarlos en su entorno. Y, por último, los fuertes contrastes en las imágenes provocan ese gran dramatismo que buscaba.
Las instantáneas aquí expuestas ha sido el resultado de recorrer diversas zonas de la costa gaditana plasmando la belleza y el horror de estas construcciones militares. Algeciras, Conil de la Frontera, Chiclana de la Frontera, La Línea de la Concepción, Los Barrios, San Fernando, Tarifa y Zahara de los Atunes han sido las ubicaciones donde se han tomado estas fotografías.
Invocación Rafael García Valdivia, 2022 Es un majestuoso y húmedo amanecer otoñal, casi de “rompimiento de gloria”. Hay líquenes sobre el hormigón del bunker, testigos del tiempo. A los pies de la mole, en esta orilla de la bahía, los flysch conducen nuestra mirada hacia el débil sol que a duras penas se abre paso entre las nubes en el horizonte. Su luz, aún lechosa, se nos cuela a través de las troneras vacías del ingenio militar. Todo aparece en orden y equilibrio, solemne. Pero, ¿y ellos? ¿Qué fue de ellos? No, ellos no están. Tal vez deberían poder estar aquí también, porque fueron ellos los que construyeron este fortín y otros muchos en aquellos años de posguerra salvaje, humillante y oscura. Deberían estar aquí, sombras fugaces, invitadas a esta imagen en una fabulosa invocación de la memoria. Sí. Es un majestuoso y húmedo amanecer otoñal y la monumental fotografía nos ha llevado a la Historia a través de la belleza.
Desde allí Madrid, pobre y reseco y con un nudo en la garganta, cada tejado con su huella, cada casa con su herida, cornisa derribada, balcón roto, cristales volados. La pobreza de los techos madrileños, su color agarbanzado y reseco, lo era más por las tejas partidas y los hoyos dejados en los sotabancos por las bombas. Algunas buhardillas habían quedado de par en par, abiertas, como escenarios vacíos. Madrid parecía asombrado de verse así, a medio chamuscar por los incendios y por la pena. María Teresa León 1959
Los moais de hormigón Pepe Barroso, 2022 El Campo de Gibraltar está sembrado de construcciones megalíticas que se avistan desde el mar, como moais de hormigón, realizados con la sangre de treinta mil prisioneros, unos búnqueres hechos para la guerra. Algunos, en retaguardia, están sembrados entre el matorral bajo de nuestro campo; otros presentan batalla en primera línea del mar, en la rompiente de las olas bravas de los fuertes vientos de levante, ganándoles la partida, erosionando el duro hormigón para con el tiempo mimetizarse con las rocas de la orilla. Varios de esos búnqueres han encontrado acomodo dignificando el papel otorgado, en un principio, para transformarse en búnqueres museísticos, convirtiendo un espacio para la guerra en un lugar de encuentro para la cultura y el ocio. La imagen que nos ocupa, gris y velada por una sensible pátina ocre, baña la batalla del mar frente al búnquer. La escena es potente; nos remite al pasado, al 1940, comienzo de la Segunda Guerra Mundial en esta zona. La imagen ubicada en el cabo de Plata, en la playa de los Alemanes, un lugar muy apetecible para las potencias beligerantes por la proximidad con África. Nos transmite el dramatismo de la pugna. El mar con su imponente cresta de espuma, día tras día araña el tiempo para borrar los tambores de guerra. El equilibrio de los elementos nos ofrece una composición sabia. Y, si observamos en silencio el paisaje, podemos oír el golpear de las olas sobre el casco flanqueado de ventanas del navío de cemento, vacío; como un buque fantasma varado en la orilla de una playa pintada de grises.
Hay ambiente de franca simpatía hacia los ingleses en La Línea. […] Cuando lograron los reflectores hallar el avión [italiano que atacaba Gibraltar el día 20], ya sobre el Peñón y, sobre todo, tan pronto como vieron a la luz de los deflectores cómo el avión caía sin mandos, las manifestaciones de alborozo se escuchaban en todas partes y se exteriorizaban de tal forma en insultos contra los italianos y alemanes que, en muchos sitios, dieron lugar a incidentes bastante enojosos. Era un entusiasmo franco, efusivo y espontáneo como no se ha visto al anuncio de éxitos nacionales en la última etapa de la guerra. Ministerio del Ejército Estado Mayor del Ejército 27/VIII/1940 Archivo Varela – VT – Documentos – 526278 (100-278)
439 Pedro Gurriarán Daza, 2022 439. Esta breve y esquemática referencia en clave viene a nombrar este fortín desde los albores de su construcción, allá en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. También podría ser el numeral de un destructor que, como una ballena varada, se hubiera quedado encallado y vigilante sobre las rocas del Cabo de la Plata. Allí se erigió para defender con sus armas este prominente espolón sobre las aguas del Estrecho, tratando de cumplir con una misión que nunca hubo de llevar a cabo. Hoy los bañistas observan con curiosidad y respeto este navío de hormigón ya abandonado: su recia ejecución alcanza la solemnidad cuando se comprueba la simetría y proporción de sus muros, lo que siembra la duda sobre si se trata de un edificio militar o más bien una obra vanguardista del Movimiento Moderno. Quizás ambas cosas no estaban reñidas en la mente del ingeniero que lo diseñó. Por eso, ingeniería y naturaleza, en este caso, no son esquivas ni rivales, y quizás el lugar ya no se entiende sin este fortín Nº 439 encallado en las rocas.
Muy cerca de la perfección… Carlos Gómez de Avellaneda Sabio, 2022 Esta imagen produce un brutal impacto estético dada la combinación de sombra y luz que recorta nítidamente la silueta acantilada de la Fuente del Gallo en Conil, y su fortín, el 478. Este adquiere una apariencia antropomorfa, recordando un yelmo medieval visto de perfil, con hendiduras en ojos y boca. Ese gigante fantasmagórico parece vigilar el horizonte marítimo, de forma paciente pero amenazadora, por lo cual es una excelente imagen de La muralla del Estrecho, de la época terrible en la cual se edificó y de la angustia ante el porvenir que atenazaba a todo el planeta. Las masas de sombra están equilibradas al situarse en las esquinas de la imagen, mientras que el punto de máxima luz se sitúa casi al centro, en la barbilla del bunker-yelmo. Por otra parte, la sensación de espacio es genial, con ese primer plano detallado y el punto de fuga coincidiendo con el citado centro lumínico, logrando una perspectiva cónica, dificilísima de obtener en la naturaleza sin el auxilio de edificios, aquí sustituidos por las líneas coincidentes de horizonte, orilla, nubes, piedemonte y skyline o silueta del monte contra el cielo. Por otro lado, la fotografía tiene un doble interés documental, pues ilustra la geomorfología de un sector costero en Conil, con ejemplos de erosión alveolar en las rocas del primer término, así como un tipo de fortificación poco extendido, el fortín de dos pisos. Esta variante, en su interior sí puede tener la amplitud y protección necesarias para merecer el calificativo de bunker, tan alegremente aplicado a nivel popular con respecto a cualquier fortificación de la Muralla del Estrecho. Hay que recordar que los chemtrails o estelas de condensación tras el paso del motor de un avión, ya eran visibles en la Segunda Guerra Mundial, aunque no tanto como las de los actuales reactores. Pero el interés de esta magistral fotografía sigue siento el estético, campo en el que cumple además con los requisitos para ser una gran imagen publicitaria, como son la sencillez y el contraste, en este caso de luz y sombra, que garantiza la captación óptica. En resumen, una gran imagen para un gran tema.
Entre los entretenimientos que había en el campamento había uno que le decían “desinfección”. Consistía en llevarnos al riachuelo, que llevaba agua en invierno y en verano estaba vacío. El lecho del río se embalsaba en dos charcas, las cuales, a veces, las mañanas de mucho frío, se transformaban en un cristal con la helada de la madrugada. Al llegar allí nos hacían desnudarnos, lo cual era bien fácil porque solo llevábamos unos calzones y una guerrera, a menudo sin botones. No llevábamos ropa debajo. Nos hacían poner la ropa en un bidón que hacía doscientos litros, con una rejilla, aproximadamente en mitad del bidón, y con una cierta cantidad de agua en el fondo. Servía, decían, porque con el barro se murieran los piojos. Yo creo que era, justo, al contrario, porque al mezclar la ropa se mezclaban también los piojos y la reproducción aumentaba. Llegó a haber tantos parásitos de estos que nos pelaron por todo allí dónde los hombres tienen pelo. Mientras teníamos la ropa en la caldera, nos tenían desnudos al lado del charco. A veces, aquellos a quienes hacían echarse al agua tenían que romper el cristal del hielo que se había formado durante la noche. Estábamos desnudos y helados de frío hasta que sacaban la ropa húmeda del bidón, porque en la sierra, en invierno, aunque esté en Andalucía, hace frío, sobre todo teniendo en cuenta cómo estábamos de desnutridos y la poca ropa que llevábamos. Si a alguno le costaba echarse al agua helada, los escoltas lo cogían y lo echaban a la fuerza Prisionero murciano Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores nº 7. Venta de Ojén (Los Barrios) y Arroyo Viñas - Punta Acebuche (Tarifa) – 1941-1942
Los [medios auxiliares] empleados serán los corrientes en esta clase de trabajos, haciéndose a mano las manipulaciones cuando no se disponga en parque de la maquinaria necesaria, ya que la urgencia de los trabajos no permite demorar los mismos para gestionar dicha maquinaria. Comandante Enrique Fazio Pérez del Camino Cuerpo de Ingenieros del Ejército Comisión Técnica de Fortificación de la Costa Sur – 1943
Se procurará inculcar en el prisionero el hábito de la profunda disciplina, pronta obediencia y acatamiento al principio de autoridad, precisamente y muy especialmente en el trabajo, como base previa e indispensable de su adaptación al medio ambiente social de la Nueva España. Reglamento Provisional para el Régimen Interior de los Batallones de Trabajadores 23/XII/1938