Testimonios de una guerra
En estas imágenes he buscado conjugar el paso del tiempo, lo impactante de las construcciones en su entorno y el horror de lo que en el fondo representa, la guerra, el sufrimiento, la muerte…
Utilizando el blanco y negro con virado a sepia he querido reflejar el paso del tiempo, ya que la mayoría son de la guerra civil española y de la II guerra mundial. El uso de una óptica gran angular en muchas de estas imágenes me ha permitido exagerar su magnitud y ubicarlos en su entorno. Y, por último, los fuertes contrastes en las imágenes provocan ese gran dramatismo que buscaba.
Las instantáneas aquí expuestas ha sido el resultado de recorrer diversas zonas de la costa gaditana plasmando la belleza y el horror de estas construcciones militares. Algeciras, Chipiona, Conil de la Frontera, Chiclana de la Frontera, La Línea de la Concepción, Los Barrios, San Fernando, Tarifa y Zahara de los Atunes han sido las ubicaciones donde se han tomado estas fotografías.
Viento de Poniente Enrique Martínez Toro, 2022 Hoy he vuelto a verte. Sopla levante. Y me he sentado a tu lado, a contemplar ese horizonte que nunca termina de llegar y al que tantos aspiraron a conquistar venciendo sus propios miedos. Sensación, otra vez la misma, al posar mis manos sobre tu frío hormigón, un escalofrío que me trae las mismas emociones cada vez, y que no alcanzo a entender pero que me conecta en el tiempo. Voces, que gritan desde la profundidad de los muros de esas defensas costeras, levantadas en nombre del triunfo de lo irracional, para proteger lo conquistado al precio de sangre de demasiados inocentes. Silencio, y sin embargo me hablas nada más tocarte, porque apresas eternamente las voces de esas almas calladas en el olvido de la Historia, y que murieron —sin opción— para levantarte y dar testimonio de tanta infamia. Esperanza, de que generaciones venideras, todo el que pase por aquí y se detenga a contemplarte, pueda confiar en que —algún día— los valores se impongan a la barbarie. Hoy he vuelto a verte. Sopla viento de levante. Algún día hará poniente.
El trabajo consistía en construir trincheras y nidos de ametralladoras, a pico y pala, o manejando unos compresores que movían unas barrenas con las que se hacían agujeros para poner dinamita y hacer saltar las piedras. Federico Gómez Grau Batallón disciplinario en la desembocadura del río Guadarranque (San Roque) Algeciras – 1940
Búnker de Punta Mala Juan José Téllez, 2022 Cielo ceniza sobre un tiempo gris: la naturaleza imita al arte y el miedo lleva ese color tatuado sobre el rojo de los cementerios y el ocre de las cárceles. Por la boca de las troneras, suena la voz caníbal de Queipo de Llano en la radio. Entre las sombras, distingo a Ángel María de Lera, huyendo hacia el Peñón. Sobre el espejo del mar, al otro lado de la bahía, puede distinguirse aún, en una larga cuerda de presos, a un joven José Luis Cano que camina aterido rumbo a Punta Carnero, bajo la única mirada compasiva, la de las prostitutas de la calle Munición. Leopoldo de Luis —que aún no se llama así— está a punto de llegar a pedir agua en una estación cercana. Lejos, como siempre, en Hendaya, hablan de la suerte de este remoto confín en donde también se decide la victoria o la derrota del mundo que conocíamos. Detrás de los imposibles morteros, acechaba un contingente de espías: Wilhem Canaris y Desmond Bristow, toman el té en el Hotel Cristina o Junio Valerio Borghese, comanda los torpedos tripulados rumbo al Peñón, mientras la Reina de Corazones jugaba hermosamente a dos barajas. He ahí la fuerza de esta fotografía: lo que muestra, siluetas estremecidas, la belleza del horror. Pero también lo que oculta: El Coloso de Goya o de Asensio Juliá, sembrando el pánico, el dolor y la historia sobre una muchedumbre de minúsculos seres humanos a los que ese búnker también parece apuntar.
Se ha observado que el Batallón Disciplinario nº 38, afecto a esta Junta, no daba en el trabajo encomendado todo el rendimiento necesario para el impulso que, por orden de la superioridad, ha de imprimirse a las carreteras de la organización defensiva. He tenido conocimiento de que una de las causas puede ser lo deficiente de la comida, aun teniendo presentes las actuales circunstancias. General Jefe de la Junta de Defensa y Armamento de los Pirineos Occidentales Pamplona – 1942
Antes, para combatir la anemia aplastaban caracoles, habiéndoles quitado el caparazón, y los ponían en unos botes que vendían en las farmacias y los hacían tragar a quienes tenían anemia o raquitismo. Yo, cuando encontraba algún caracol, que no había muchos, pero siempre encontraba cuatro o cinco dentro de las matas que descuajaba, me los ponía dentro del bolsillo y, cuando llegaba al campamento, me los comía, sin cáscara, como pueden suponer. Les aseguro que son malos de tragar crudos. Pero el hambre, el hambre no tiene manías Prisionero catalán. Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores nº 1. Puerto de Bolonia (Tarifa) – 1940
La mirada perdida en el horizonte
Te veo enfadado. Siempre enfadado. Me repites continuamente tu idea de que no te puedes fiar de nadie porque siempre tratan de aprovecharse de ti, que van contra ti, que pueden hacerte daño. Y has decido esconderte y protegerte, con rabia, tras una posición ofensiva-defensiva, segura y necesariamente agresiva (¿cómo - si no - podrás defender tu mundo?), mirando con la agudeza del desconfiado al horizonte de la sociedad donde, al fondo, se aprecia esa vida distinta, diferente, a la que temes…porque puede hacerte cambiar. Piénsatelo cuando el ruido de la vida te permita (te permitas, en realidad) un descanso. Tal vez no sean ella o ellos los que están contra ti. Tal vez seas únicamente tú quien está contra ti. No te creas tan diferente ni tan desafortunado. Ahí delante tienes la playa de la vida, con escollos y dificultades, perfectamente alineados para que no puedas evitarlos porque, ¿qué es la vida sino un crecimiento en la adversidad?. Hemos venido a superar las piedras afiladas de la orilla encontrando el camino al encuentro de las olas y, si no te decides a cambiar, siempre verás – con rabia y envidia - a los demás bañándose en el mar de la vida.
El fortín varado Mario Ocaña Torres, 2022 Vestigio y huella de un tiempo pretérito, nunca llegó a cumplir el fin para el que fue concebido, que no fue otro que la guerra y el sufrimiento humano. Hoy, desgastado por el compás eterno de las olas, sirve de atalaya a gaviotas errantes que vigilan los claros horizontes. El fortín, recuerdo lejano de un tiempo de locura, es recogido en la magnífica fotografía de Jorge Pérez Fresquet como si siempre hubiese estado ahí, inmutable, como una roca caída del cielo desde el principio de los tiempos. Recostado en la arena húmeda y lamido a besos de espuma por la mar. Las bandas de luces paralelas, como una bandera tricolor en blanco y negro, componen una escena de equilibrio y sosiego, de silencio y de paz, de esperanza en la luz que brota en la distancia. Construidas por hombres sometidos a la disciplina de los vencedores de una guerra que todos perdimos, las edificaciones militares que jalonan las costas y las playas del Campo de Gibraltar constituyen un elemento históricopatrimonial que deberíamos conservar, proteger y transmitir y que, junto a otros elementos arquitectónicos más antiguos —castillos medievales y fuertes modernos—, permiten deambular, como en pocos lugares, a través de la historia de la arquitectura militar española.
Los batallones de trabajadores que se incorporarán en estos días construirán en tierra los ‘elementos escaqueados’ a que se refiere la orden [telegrama cifrado del Generalísimo, remitido por el General Jefe del Ejército del Sur al Coronel Jefe del Regimiento de Fortificación Nº 4 de Algeciras; 1/V/1939] y después nuestros batallones las harán con cemento. Coronel Andrés Mulero. Regimiento de Fortificación Nº 4 de Algeciras. Oficio ‘muy reservado’ al general inspector de los regimientos de fortificación en Logroño. Algeciras, 11/V/1939. Archivo General Militar de Ávila, C. 2699, Cp. 8/8 y 9.
El trabajo consistía en construir trincheras y nidos de ametralladoras, a pico y pala, o manejando unos compresores que movían unas barrenas con las que se hacían agujeros para poner dinamita y hacer saltar las piedras. Federico Gómez Grau Batallón disciplinario en la desembocadura del río Guadarranque (San Roque) Algeciras – 1940
Los grises impasibles Alfonso Escuadra Sánchez, 2022 Pronto, nuestra convivencia con sus volúmenes, resultado de un diseño por cierto nunca caprichoso, cumplirá un siglo de antigüedad. No en vano, constituyen un producto del agitado y apasionante siglo XX. Forjados en el mismo crisol que el mundo actual y perdido su sentido inicial, hoy se nos presentan como impávidos exponentes de un territorio que siempre fue de frontera; un territorio, en el que la Historia con mayúsculas ha dejado huellas tan antiguas que apenas les permiten ser unos recién llegados, aunque con méritos suficientes para quedarse. Como otros protagonistas del pasado, ya sean héroes o villanos, estos grises son conocidos por muchos nombres: búnqueres, fortines, casamatas, blocaos... Poco importa, que no está su causa para perderse en remilgos. Desde sus bien estudiados emplazamientos, muchos de ellos localizados en paisajes increíbles o sobre restos de otras épocas, estas moles grises de hormigón se levantan, siempre estoicos, como corresponde a los esforzados supervivientes de lo que alguien llamó “bunkerclastamanía”, siempre discretos ante lo que sucedía a su sombra y siempre impasibles frente a todo intento de agresión o manipulación. Estoicos, discretos e impasibles. Así son estos grises. Pero también sugerentes. Poderosamente sugerentes, diría yo. Ya que, si por un lado fueron testigos del mayor conflicto de nuestro pasado reciente, cuando no el iniciático camino hacia algunos de sus episodios clave, por otro encierran espacios arquitectónicamente tan singulares como retadores, abiertos a ser esencialmente reinterpretados, aun dando acogida a las apuestas artísticas y estéticas más rompedoras. Protejámoslos pues.
Nuestro trabajo consistía en construir nidos de ametralladora y unos túneles que parece que estaban destinados a emplear artillería para bombardear el peñón de Gibraltar. Para ir al trabajo, a las galerías, se hacían turnos, también de noche Prisionero mallorquín Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores nº 1. Sierra Carbonera (San Roque) – 1941-42